martes, 14 de septiembre de 2021

Crítica: "Billy"

Max Lemcke escribe, produce y dirige el documental "Billy", un grito desesperado contra el olvido que recupera testimonios de aquellos que sufrieron las torturas impunes de Antonio González, más conocido como Billy el niño. Los 60 y 70 se muestran como una época oscura donde la brigada político-social campaba a sus anchas contra todos aquellos críticos al régimen franquista.


El director Max Lemcke posiblemente sea uno de los mejores retratistas de la sociedad española. En sus películas, con un claro tono sarcástico, pone de manifiesto el abuso que sufren los ciudadanos por parte de empresas o personas con poder. Claro ejemplo es la película "Casual day", una comedia que escondía una crítica feroz a las empresas y sus jerarquías o "Cinco metros cuadrados" donde el poder inmobiliario sometía a una pareja ilusionada con su futura casa; un hogar que nunca llegaba.

Ahora el realizador salta al documental con un tema tan controvertido y oscuro como es recuperar al siniestro Billy el niño, un torturador que con total impunidad sometía a terribles interrogatorios a personas consideradas contrarias al régimen franquista. En el propio documental se lamenta el reciente fallecimiento de este personaje por COVID por no llegar rendir cuentas por los delitos cometidos.

Sin embargo, la mayor crítica que podemos hacer al documental es la poca información que nos facilitan de Billy el niño. Pese a ser el eje fundamental, su figura queda relegada exclusivamente a los hechos puntuales que narran las personas que le sufrieron en algún momento de su vida. Nos falta un poco más de trasfondo, de visión más amplia del personaje. Se podría decir que echamos en falta algo más de investigación.

Por otro lado, la gran virtud de esta película es la de mostrar el lado humano de los que sufrieron las torturas de la brigada político-social. Se narran acontecimientos que aún estremecen a las propias víctimas (aunque algunas no quieran que las definan así) y nos ayudan a comprender por qué es tan importante que esas personas sientan que la justicia está con ellas. La memoria histórica, tan manida políticamente, no debería ser más que una herramienta de redención para aquellos que fueron maltratados.

Otro aspecto interesante del documental es la perspectiva histórica que ofrece. Nos regala un trabajo más que interesante del papel que tuvieron distintas organizaciones y estamentos durante la famosa transición española. Un repaso que no deja títere con cabeza empezando por la propia monarquía y acabando por la clase política que aún mantenía hechuras franquistas y un socialismo un tanto alejado de la izquierda.

En cierta forma el documental plantea que las cosas no han cambiado tanto y que aún nos gobiernan aquellos que hace más de 40 años marcaron un camino donde la amnistía y el olvido fueron fundamentales para apoyar una nueva sociedad. Max Lemcke es fiel a sí mismo e insiste con temáticas poco comerciales y, aunque en esta ocasión no estemos ante su mejor trabajo, mantengo mi admiración por un realizador que insiste en criticar lo que considera injusto. Quedan pocos como él pero siempre apoyaré a aquellos que aún piensan que el cine puede ser un lenguaje que ayude a la visibilidad de las injusticias y la búsqueda de un mundo mejor.

José Daniel Díaz

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