El punto de partida de "White God" es la repulsa de los ciudadanos a los perros que no son de raza pura. Hagen es el perro de Lili y, lamentablemente, se encuentra en esa situación. Tras su repentino abandono, sufrirá la parte más negativa del ser humano y su carácter amable y cariñoso empezará a cambiar.
En el trasfondo de la película hay múltiples elementos pero, como su propio director comenta, el principal es el envenenado camino al que te lleva la discriminación. Utiliza perros como podía haber utilizado cualquier otro animal o cualquier otro motivo. En el trasfondo están las terribles consecuencias que genera el odio.
Este mismo mensaje lo hemos visto en otros títulos más comerciales como "El origen del planeta de los simios" que, por increíble que parezca, se asemeja en muchas cuestiones a "White God". El perro Hagen y el simio César coinciden en muchos aspectos fundamentalmente en sentirse rechazados y oprimidos por el ser humano. Su evolución es prácticamente idéntica, de la bondad inicial a encabezar la revolución violenta más temible.
La factura técnica es sorprendente. Somos capaces de comprender los sentimientos de Hagen en cada momento gracias a miradas, actitudes y acciones muy representativas de su evolución. La típica frase "El mundo me hizo así" se podría aplicar con toda seguridad a este perro de carácter confiado pero, a la vez, duro y decidido.
Si bien la película comienza con mucha fuerza, poco a poco ese impulso inicial se va diluyendo en una trama más convencional que te deja un sabor agridulce. Quizás el recuerdo constante de otros títulos no le ayuden a convencernos de su indudable calidad, pero un guión con algún giro más sorprendente habría elevado notablemente su nota.
Merece la pena atreverse a comprar la entrada de "White God" porque, pese a sus defectos, deja mensajes para el debate. Seguramente todos queráis hablar de Hagen cuando salgáis del cine.
José Daniel Díaz
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