lunes, 17 de marzo de 2014

Crítica: "Una vida en tres días"

Con poca publicidad ha llegado a las carteleras la nueva película de Jason Reitman, director que se ha ganado el respeto de crítica y público gracias a "Juno", "Up in the air" o "Young adult". Se acompaña de dos excelentes actores, los siempre efectivos Kate Winslet y Josh Brolin, para contarnos una historia pequeña, emotiva, sencilla y efectiva. "Una vida en tres días" no es el mejor trabajo del director canadiense pero de alguna forma, llega al corazón del espectador por su honestidad mostrando los sentimientos de los personajes.

En apenas cinco días (y no tres como reza el título) somos capaces de descubrir la evolución de tres personas necesitadas de afecto. Una madre abandonada, un hijo entre dos aguas y un fugitivo en busca de refugio son la base de un cúmulo de sentimientos que viajan a toda velocidad. Todos se necesitan y todos quieren necesitarse. Abandonan sus recuerdos y su pasado para embarcarse en el que podría ser su último barco.


En tan corto espacio de tiempo los dos personajes protagonistas, encarnados por Kate Winslet y Josh Brolin, viven lo que muchas parejas no llegan a disfrutar en una vida entera. Y no podemos evitar recordar la nostálgica "Los puentes de Madison" de Clint Eastwood, de la que Jason Reitman ha tenido que verse influenciado. También la relación del fugitivo y el niño nos traslada a otro título del mismo director, la nunca suficientemente valorada "Un mundo perfecto".

Debo destacar una vez más la fantástica interpretación de Kate Winslet, nominada al Globo de Oro por este trabajo. Afronta un personaje singular, que lleva en la mochila multitud de problemas e inseguridades, encerrada en su vivienda sin apenas capacidad para relacionarse o salir a la calle. Compleja, llena de matices, y en desarrollo constante. Continuando con el reparto resulta curioso encontrar a James Van Der Beek (famoso por protagonizar la serie "Dawson crece") y un pequeño cameo de Tobey Maguire.

La soledad de los personajes marca las acciones de cada uno de ellos. El miedo a no encontrar a nadie, la falta de cariño, la inexistencia de metas u objetivos que alcanzar, los sueños perdidos y la tristeza como rutina definen sus vidas. Un cambio, brusco, pero cambio al fin y al cabo sirve de revulsivo para devolver la ilusión.


Infravalorada por parte de la crítica, nosotros alabamos la sencillez de la propuesta con mensajes directos. Grandes interpretaciones sólo oscurecidas por una cierta sensación de ya haber vivido esta historia. Su falta de originalidad puede ser su gran enemigo aunque una historia de amor bien contada siempre merece la pena revivirla una y otra vez.


José Daniel Díaz

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