Poco conocíamos de uno de los personajes que más quebraderos de cabeza ha generado a la alta cúpula americana. Julian Assange, a través de su portal de información Wikileaks, hizo tambalear las columnas de la diplomacia mundial. “El quinto poder” de Bill Condon nos trae su historia aunque deja muchas dudas sin resolver y no profundiza tanto como nos gustaría.
Basada en el libro “Inside WikiLeaks: My Time With Julian Assange At The World’s Most Dangerous Website" de su colega Daniel Domscheit-Berg (al que interpreta Daniel Bruhl), nos detalla la excéntrica personalidad de Julian Assange, un hombre egocéntrico, asocial y lleno de traumas infantiles pendientes de superar. Sin apenas ayuda ni financiación, logró armar uno de los portales informativos más potentes del mundo.
Utilizando esos mimbres Bill Condon dirige “El quinto poder”, la historia de un hombre que puso en jaque a muchos informadores, diplomáticos y militares. Con la simple premisa de proteger con total seguridad a los informantes, los secretos más ocultos empezaron a aflorar en el servidor del portal Wikileaks.
Sin embargo, la naturaleza de Julian Assange, al que recrea muy dignamente Benedict Cumberbatch, obliga a replantearse lo sucedido. Su cruda personalidad aflora aspectos desconocidos que te causan una sensación clara de rechazo. Es comprensible que Assange, actualmente recluído en la embajada de Ecuador en Londres, no quisiera saber nada de este proyecto. Su imagen se ve afectada y dañada por la versión de un compañero con el que no terminó demasiado bien.
Al margen de la veracidad de los datos históricos, caracteres y situaciones, como thriller de intriga carece de un ritmo adecuado. En algunas partes ralentiza demasiado la dinámica de los acontecimientos. Nos falta emoción y suspense. Quizás ayude la extraña sensación de no encontrar un solo personaje con el que puedas empatizar. La información es poder, y el poder, por definición, daña y corrompe al ser humano.
Los actores realizan un notable trabajo evitando la caricaturización de sus personajes, otorgándoles una personalidad creíble y fiable. Benedict Cumberbatch simula gestos, detalles e incluso la voz de Julian Assange con virtuosidad. La química entre los dos actores principales es sobresaliente, máxime cuando sus caracteres son tan dispares y, aparentemente, incompatibles.
Mostrar en imágenes esta historia era necesario pero ha faltado profundidad, labor de investigación y un retrato más fiel donde se refleje la visión de todas las partes involucradas. No teníamos prisa porque, a veces, todo se ve más claro desde la distancia. Puede que haya faltado eso, un poco de distancia.
José Daniel Díaz
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