Los hermanos Wachowski siempre tendrán
el lastre de “Matrix” a sus espaldas como M.Night Shyamalan sigue
sufriendo el desmesurado éxito de “El sexto sentido”. Su
continua búsqueda por lo transcendental, su encomiable deseo de
abrir mentes y su incansable trabajo visual, es tan exigente que el
espectador se resiente.
En esta nueva película, basada en el
libro del mismo nombre, utilizan los espacios temporales a su antojo,
siempre en pos de un reto único. Presente, pasado y futuro se
entremezclan para señalar la importancia de los detalles y las
casualidades. Su enfoque filosófico resulta durísimo para el
espectador que se ve obligado a lo largo de tres horas a mantener una
excesiva atención y un minucioso trabajo detectivesco, al alcance de
muy pocos.
Esa pretenciosidad de la que hace gala,
sin intentar ocultarlo, resulta desalentador. Cada diálogo, frase o
gesto esconde un mensaje; a partir de cierto momento dejas de buscar
explicaciones porque tu cabeza no da para más. Frenas en seco, paras
el motor, y dices: “Aquí me bajo”. Sin duda, ayudar a los demás,
luchar contra las injusticias, creer en el amor y la amistad,
defender a los tuyos e incluso dar tu vida por algo más importante
que tú mismo, son valores necesarios en estos tiempos difíciles,
pero hay formas mucho más sencillas de enseñarlas.
Todo este juego se presenta de la mejor
manera posible. Gracias a que visualmente es impactante y a que
cuenta con un plantel de alto nivel encabezado por Tom Hanks y Halle
Berry, la película se salva de la quema y alcanza un merecido
aprobado. Sin embargo, todo es tan enrevesado e innecesario que
resulta difícil escribir una sinopsis. Sólo se puede decir que
nuestro presente depende en gran medida de lo que hayamos hecho en el
pasado, en otras vidas. Vidas que continuamente se reencuentran, por
casualidad, porque en realidad nuestro destino es compartir todas
ellas con las personas que alguien ha decidido que nos acompañen una
y otra vez.
Este extraño planteamiento hace que
pasemos de la esclavitud americana de 1840 a un futuro devastador en
2140 de un plumazo sin olvidar otros pasajes intermedios. Así,
tenemos la oportunidad de ver a Tom Hanks o Hugh Grant interpretando
cinco películas distintas en una sóla, caracterizados hasta casi
ser irreconocibles. Todo por el mismo precio de la entrada.
Técnicamente impecable desde el
vestuario hasta el maquillaje pasando por los efectos de sonido y
visuales. Lamentablemente ese paquete tan perfectamente presentado
soporta un contenido más débil e inadecuado. Posiblemente con menos
metraje y más sencillez, el resultado hubiera sido mucho mejor y más
comprensible. Pero esas características no están en el vocabulario
de los Wachowski que disfrutan mucho más cuando trabajan sobre la
base de la complejidad.
David Sanmartí
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