domingo, 27 de abril de 2025

"La buena letra" de Celia Rico Clavellino, las valientes mujeres de la postguerra

En el pasado festival de Málaga se estrenó "La buena letra", tercera película de la directora Celia Rico Clavellino que tendremos en la cartelera española a partir del 30 de abril. Un retrato íntimo pero muy veraz de la vida diaria de los españoles tras el final de la Guerra Civil. 


La directora Celia Rico Clavellino se ha especializado en las historias pequeñas que dicen muchas cosas. Tanto en "Viaje al cuarto de una madre" como en "Los pequeños amores" tocaba la relación madre-hija desde distintos puntos de vista y distintas realidades. Sin apenas localizaciones ni secundarios, su cine había sido tremendamente teatral y pausado.

Ahora en "La buena letra" nos encontramos con su proyecto más ambicioso sin perder su identidad ni el foco de lo que quiere contar. Sigue la mirada puesta en una madre, en los años 40, que debe soportar el peso de una familia. Siempre preocupada y atenta a los conflictos y necesidades de sus seres queridos, la vida es un ejercicio de supervivencia. Loreto Mauleón interpreta a Ana, esta mujer abnegada.


Acompañan a la protagonista dos secundarios de lujo, Roger Casamajor como marido de Ana y Enric Auquer en su papel de cuñado. Dos hermanos muy distintos entre sí incapaces de tocar la felicidad. Se atisba durante toda la película ese halo de desesperanza, hastío y pobreza que marcó a una época en la que se pasaba hambre y muchas penurias. Un contexto que nunca se pierde y ayuda a comprender las actitudes de los personajes. Es importante recalcar que este triplete de actores se complementan perfectamente y resultan muy creíbles.

El cine de Celia Rico Clavellino siempre tiene la virtud de trabajar mucho el lado actoral y transmitir verdad en esos personajes pero abusa de los silencios y las ausencias de diálogo. La trama, lenta y excesivamente pendiente del detalle, juega con la anécdota para explicar asuntos tan importantes como la familia, el amor, la honestidad o la estructura social de la época.


Bien rodada y con un gusto exquisito para la ambientación y movimiento de cámara, a la directora le sigue faltando la sensación de creerse que lo que hace es grande e importante. Parece tener miedo a excederse en el uso de localizaciones no sea que pierda su aura de cine independiente, o quizás simplemente el presupuesto no da para más, pero el espectador se queda con la sensación de haber perdido la posibilidad de ver algo más grande.

Ya sabemos el excelente trabajo que realiza Celia con los actores, su buena mano para detectar los mejores perfiles o sacar el máximo rendimiento de cada uno de ellos, pero sigue faltando cine en el sentido más amplio de la palabra. Hay que salir de la zona de confort, aunque a veces no sea fácil conseguirlo.

José Daniel Díaz

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